XV

El condenado a la silla eléctrica recibe un segundo bautizo, el definitivo, cuando la esponja húmeda, que rezuma agua, toca su cabeza. La ceremonia de la despedida está preparada. Es la hora. Se acciona el interruptor de la vida y la muerte. Mientras la descarga chisporrotea en los electrodos y quema su cerebro, vuelve al origen, VE, contempla el espacio abierto de la infancia, el lugar primigenio de todo hombre, el paraíso que se va a llevar de forma irremediable al infierno. El humo en los puntos de contacto del metal con la piel, el olor inconfundible de la carne quemada, señala el viaje sin retorno, la transustanciación violenta, eléctrica.

XIV

Dentro de la botella, el agua se balancea rítmicamente, como acunada por los movimientos del tren, en un suave movimiento de flujo y reflujo. El carrito está frenado en un lateral. El bebé duerme con placidez, en sintonía con el líquido elemento, envuelto en una manta púrpura. Es ajeno a todo lo que ocurre a su alrededor; viaja dentro de sí mismo, a regiones que nunca conoceremos. Leves movimientos de su cara delatan la experiencia interior. En la camiseta naranja, encima de la flor azul estampada, se distingue la palabra "Harmony". Dice la verdad.