XV

El condenado a la silla eléctrica recibe un segundo bautizo, el definitivo, cuando la esponja húmeda, que rezuma agua, toca su cabeza. La ceremonia de la despedida está preparada. Es la hora. Se acciona el interruptor de la vida y la muerte. Mientras la descarga chisporrotea en los electrodos y quema su cerebro, vuelve al origen, VE, contempla el espacio abierto de la infancia, el lugar primigenio de todo hombre, el paraíso que se va a llevar de forma irremediable al infierno. El humo en los puntos de contacto del metal con la piel, el olor inconfundible de la carne quemada, señala el viaje sin retorno, la transustanciación violenta, eléctrica.