XIII

La manera de hablar de las cosas siempre es importante, baña los cuerpos con una suave capa de sentido que penetra por los poros. La madre pronuncia el nombre descriptivo de cada masaje mientras posa sus manos con delicadeza sobre el bebé. Es como una ceremonia sin necesidad de altar. El Sol y la Luna es un movimiento semicircular, sobre la barriga, primero con una mano hacia la izquierda y después con la otra hacia la derecha, simulando la alternancia de la noche y el día, junto con su forma esférica; la Noria es un movimiento ascendente de una mano tras otra, desde el ombligo hacia arriba, con el canto de la mano, a modo de vagonetas que ascienden a la cumbre. El bebé se deja hacer embelesado. Es la unión perfecta y gozosa de la palabra y el cuerpo. Todavía no puede ver con claridad; apenas sigue con la mirada los movimientos. Vive envuelto en una nebulosa de sensaciones, de contornos difusos y sonidos superpuestos. Magma sensorial en el que empieza a distinguir, hace su aparición una figura cada vez con mayor claridad, más nítida, como si asistiera a la creación del mundo por segunda vez desde que abandonó el interior. El bebé de repente VE a su madre como si sus presentimientos se confirmaran, su pensamiento se hubiera materializado milagrosamente, cobrara vida; ha tenido una idea desde que vino al mundo, no podía pensar en otra cosa, y ahora, al fin, la puede ver son sus propios ojos. Madre, estás ahí. Todas sus plegarias habían sido escuchadas desde la oscuridad del útero materno, no habían sido en vano. Era real. Esto debe ser la felicidad; da gracias por estar en este mundo. La esperanza es un hecho. El mundo seguirá teniendo sentido, pase lo que pase, mientras quede una sola madre mirando con ternura a sus hijos.